jueves, marzo 20, 2008

El enigma infinito: Albert Speer , preguntas sin respuesta.

Joachim Fest, “Conversaciones con Albert Speer. Preguntas sin respuesta”, Destino, Imago Mundi, www.edestino.es, Barcelona, febrero de 2008, pág. 231, Tit. Orig: Die unbeantwortbaren Fragen. Noticien über Gespräche mit Albert Speer zwischen Ende 1966 und 1981. Acabo de leer la obra de Fest que reseño más arriba y me han vuelto a asaltar las preguntas que me provocaron en su día la lectura de las memorias del "Arquitecto de Hitler" publicadas en la editorial El Acantilado y que recomiendo también estusiásticamente. El libro se compone de los materiales que el gran histoirador Fest, autor de la magna biografía sobre Hitler (junto con la de Ian kersaw publicada en Península, las dos obras magnas en eset género) fue acopiando en el proceso de entrevistas que le fue haciendo a Speer cuando éste preparaba sus memorias. Por tanto se trata de un libro que complementa, extiende hasta cierto punto, el de las memorias de Speer y aporta nueva savia, especilamente en aspecto vidriosos como la última visita que realizó el ministro de armamento al dictador en la noche del 23 al 24 de abril en el bunker con los soldado soviéticos a las puertas de Berlín. La figura de Speer es un crisol en el que se sintetizan en una sola persona algunas de las más trascedentes paradojas que encierra el regimen nacionalista. Una especie de compendio global de una época en toda su hondura. Por un lado Speer no es un Sauckel, ni un Streicher. Speer es un burgués culto, inteligente, un profesional liberal que coincide fatalmente con las coordenadas de un tiempo marcados por la violencia, la destrucción y el fanatismo. Un hombre extraordinaramente dotado para la organización que "sucumbe" al abismo moral del nazismo vía el idealismo exaltado del que hace gala desde su más temprana juventud (movimiento Vandervoguel). Speer no es un mediocre, ni un Bormann (para él el típico representante del régimen: "subalterno, ambicioso, limitado y mendaz"). Por tanto el "humus" en el que crece en el personaje el espíritu del nazismo no es el mismo que el de los mediocres taimados y maquinadores con los que se codea de manera permanente Speer en la corte de la que es centro vital el Fürher. Speer iba a dedicar su vida a contruir mansiones, fábricas, colegios y avenidas hasta que un lider político le ofreció tener un presupuesto ilimitado para poder contruir "la nueva Alemania". La seducción del poder sobre la técnica en estado puro. Otro de las grandes paradojas es su envoltorio "apolítico", su pátina tecnócrata en un un regimen esencialmente politizador como fue en nacionalsocialismo con un concepto totalizador de la vida entendida como política (Weltashung). Speer labra su propia leyenda aquí como figura "al margen de" (ese "favorito en todo" del que se habla en el libro) siendo ésto como han demostrado distintos historiadores (entre ellos el propio Fest) virtualmente imposible. Se encierra en su "torre de marfil" como artista, como arquitecto del regimen, inhibiéndose en una colosal dinámica de trabajo de los aspectos más incómodos del régimen de terror instituido que se intuye pero que no se desea asimilar. Sólo así se entiende ese sentimiento de pena infinita que dice sentir cuando en los juicios de Nüremberg visiona el documental rodado por los aliados del horror de los campos de concentración. Esa "súbita" sorpresa es la que demuestra la hondura del mar por el que transitaba Speer como un sonánbulo que anda con un ojo abierto y con otro cerrado por sus distintos cargos de responsabilidad. La tercera es paradoja es cómo alguien que "era" el régimen (incluso se habló de sus muchas posibilidades de que fuera el mismísimo sucesor del dictador) incumpliera una de las órdenes más importantes dadas por su máximo representante en la etapa final de la guerra: la de destruir todo lo posible el páis para evitar que los vencedores pudieran aprovecharlo a su favor. Sin embargo Speer, necesita decírselo a Hitler en su última visita al bunker. Necesita que sea conocedor de la desobediciencia, solicitando en cierto modo su perdón y por tanto legitimando su poder. No olvidemos que haciéndolo se jugaba literalmente el cuello. Sabía que nada era más lógico y fácil para Hitler al conocer este detalle que mandarlo fusilar. Y sin embargo... Creo que hay pocos personajes contemporáneos que sinteticen con tanta intensidad y profundidad lo que fue el siglo XX, plagado de contradicciones de consecuencias funestas. El siglo de la violencia, del terror y de la destrucción organizada industrialmente (en palabras de Hobsbawm) .